Einstein y su hijo: La educación vista por un genio.

La educación es lo que queda cuando uno olvida todo lo que aprendió en la escuela

Albert Einstein.

La educación es un tema preocupante para todas las familias, la comunidad educativa y resto de figuras relacionadas con la formación de nuestros hijos e hijas.

Tras leer varios artículos sobre Einstein en El País y en El Mundo y otros textos sobre los escritos científicos del genio de la Relatividad me he quedado con estos extractos.

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Einstein y su hijo

En 1915 Einstein se hallaba en una Berlín devastada, mientras que su ex mujer, Mileva, y sus dos hijos, Hans Albert y Eduard “Tete”, vivían a salvo en Viena. El 4 de noviembre de ese mismo año, cuando ya había escrito la teoría general de la relatividad que lo catapultaría a la gloria científica, Einstein le mandó a su hijo de once años la siguiente carta, que recoge el libro Posterity: Letters of Great Americans to Their Children (Anchor, 2008):

“Mi querido Albert, ayer recibí tu cariñosa carta y me hizo muy feliz. Tenía ya miedo de que no volvieras a escribirme nunca. Me dijiste, cuando estuve en Zurich, que se te hace extraño cuando voy a Zurich. En consecuencia, creo que es mejor si nos encontramos en algún otro lugar, donde nadie interfiera en nuestro bienestar. En cualquier caso, voy a rogar que cada año pasemos un mes entero juntos, para que veas que tienes un padre que se interesa por ti y que te quiere. También puedes aprender muchas cosas buenas y bellas de mí, algo que otra persona no podría ofrecerte tan fácilmente. Lo que he conseguido gracias a mi extenuante trabajo no debe valer sólo para los desconocidos, sino sobre todo para mis propios hijos. Estos días he completado uno de los más hermosos trabajos de mi vida; cuando seas mayor, te lo explicaré.

Estoy muy contento de que halles placer en el piano. Eso y la carpintería son, en mi opinión, las mejores actividades para tu edad, mejor incluso que el colegio. Porque son cosas muy apropiadas para una persona joven como tú. Toca al piano principalmente lo que te guste, aunque la profesora no te lo asigne. Esa es la mejor manera de aprender, cuando estás haciendo algo con tal disfrute que no te das cuenta de que el tiempo pasa. Yo estoy a veces tan enfrascado en mi trabajo que se me olvida la comida a mediodía…

Un beso para ti y otro para Tete de tu Papá.

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LA EDUCACIÓN DE EINSTEIN: 

Einstein estudió siete años en el colegio Luitpold Gymnasium de Múnich, donde se aplicaba el memorismo, basado en repetir hasta retener. Frustrado, lo abandonó antes de acabar. “La enseñanza”, escribiría años después, “debe ser tal que pueda recibirse como el mejor regalo y no como una amarga obligación”, escribió en Mi visión del mundo (Tusquets, 1949).

Este genio proponía una educación más independiente.

Einstein abogaba por una enseñanza que favoreciese la individualidad como aporte a la colectividad. “Deberían cultivarse en los individuos cualidades para el bien común. Esto no significa que (…) se convierta en simple instrumento de la comunidad, como una abeja (…). El objetivo ha de ser formar individuos que actúen con independencia y que consideren su interés vital el servicio a la comunidad” (Mis creencias).

Sin embargo, ¿qué gana uno cultivándose para servir a los demás? ¿Fama, dinero…? En el mismo libro dice: “Tenemos que prevenirnos contra quienes predican a los jóvenes el éxito como objetivo de la vida. (…) El valor de un hombre debería juzgarse en función de lo que da y no de lo que recibe. La tarea decisiva de la enseñanza es despertar estas fuerzas psicológicas en el joven”. Predicó con el ejemplo.

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En Notas autobiográficas (Alianza, 1949) describe el conflicto entre su método selectivo y las exigencias académicas: “Aprendí muy pronto a entresacar aquello que podía conducir a la entraña, prescindiendo de la multitud de cosas que atiborran la mente y la desvían de lo esencial. La pega era que para los exámenes había que embutirse todo ese material en la cabeza, quisieras o no (…).

Es un grave error creer que la ilusión de mirar y buscar puede fomentarse a golpe de coacción y sentido del deber. Pienso que incluso a un animal de presa sano se le podría privar de su voracidad si se le obliga continuamente a comer cuando no tiene hambre”. Con ese resquemor, aconsejó a su hijo que tratara de encontrar placer en el aprendizaje, por encima de la rigidez del sistema. “Toca al piano principalmente lo que te guste, aunque la profesora no te lo asigne. Es la mejor manera de aprender, cuando estás haciendo algo con tal disfrute que no te das cuenta de que el tiempo pasa”, de la carta a su hijo.

Para alcanzar la excelencia, anteponía la práctica a la teoría: “Las grandes personalidades no se forman con lo que se oye o se dice, sino mediante el trabajo y la actividad. Por consiguiente, el mejor método de educación ha sido siempre aquel en que se urge al discípulo a la realización de tareas concretas. Esto se aplica tanto a los primeros intentos de escribir del niño como a una tesis universitaria (…), a interpretar o traducir un texto, a resolver un problema de matemáticas o a la práctica de un deporte”, escribe en Mis creencias (1939).

Precisamente usó el deporte como analogía para explicar la diferencia entre aprendizaje y educación: “Si un hombre joven ha entrenado sus músculos y su resistencia física haciendo gimnasia y caminando, más tarde estará preparado para cualquier trabajo físico. Esto es análogo a la mente (…). No estaba equivocado aquel que dijo: “La educación es lo que queda cuando uno ha olvidado todo lo que aprendió en la escuela”, en Sobre la educación, 1936.

Y aquí algo de literatura:

Todos los niños tienen dentro de sí el potencial necesario para convertirse en un genio. Sólo hace falta motivarlos de la manera adecuada para que lo desarrollen. Ésta es la tesis defendida por el experto en educación Fernando Alberca, autor del libro ‘Todos los niños pueden ser Einstein’ que se ha situado en los últimos meses entre los más vendidos del país.

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Asegura Alberca que la enseñanza tradicional está diseñada «para desarrollar más el hemisferio izquierdo». «Todas las asignaturas se dividen en trimestres, en lecciones… Lo ordenado», enumera Alberca, para quien también es necesario motivar al hemisferio derecho, «más generalizador y que permite desarrollar la intuición».

«Nos hacemos inteligentes al ir aprendiendo, de modo que el ser capaz de resolver los problemas que nos angustian es lo que hace que esa inteligencia vaya creciendo», garantiza Alberca. «Por eso los padres tenemos la posibilidad de motivar de verdad a nuestros niños», defiende este escritor, quien expone que desarrollando cada parte del cerebro es posible estimular en los niños «la memoria, la concentración, la atención, la intuición, la imaginación, la creatividad», entre otras capacidades.

Cómo motivar a los niños

Llegados a este punto, ¿cómo motivar a los niños? Para Alberca es fundamental no confundir la motivación con el aliento. «No es decirle tú puedes. Eso es tipo de motivación usada por los norteamericanos que ya ha fracasado porque eso crea una oportunidad nueva de quedar mal y el niño tiene miedo al fracaso, poca autoestima».

Por el contrario, hay que enseñarle que «ha sido ya capaz de hacer cosas grandes» y, en concreto, es fundamental que no se hagan por él las cosas. «Hay que hacer que se abroche él el abrigo aunque tarde más que si lo hiciéramos nosotros. Hacerle que él resuelva sus pequeños problemas», enumera este profesor. «Al no protegerlo excesivamente lo hacemos capaz de resolver sus propios problemas», opina.

«Si queremos que nuestro hijo sea autónomo, capaz, que se sienta seguro ante un examen, tenemos que enseñarle cuanto antes a que sea independiente», afirma Alberca. ¿Es recomendable entonces que un padre esté con su hijo cuando hace los deberes? Este profesor cree que «si hay una persona que está con el niño haciendo las tareas debe pasar a separarse gradualmente». «Sí que puede estar al lado, pero no hace falta que, por ejemplo, le indique con el dedo los ejercicios que tiene que hacer».

El éxito de la curiosidad

Por último, en este artículo publicado en El Mundo, Alberca sostiene que no hay niños que nazcan más o menos curiosos. Sí que «hay niños que han aprendido el éxito de la curiosidad». «Cuando un niño está muy espabilado en el fondo lo que ocurre es que ha aprendido que le da éxito, encuentra una satisfacción, parece más adulto, más mayor, le han preguntado los adultos. En definitiva, le satisface el resultado», asegura.

 

Los textos de los artículos íntegramente en:

http://www.elmundo.es/elmundo/2012/02/03/espana/1328290018.html

http://elpais.com/elpais/2015/11/27/buenavida/1448617645_282674.html

http://www.fernandoalberca.com/publicaciones.html

 

Agradecimientos a la autora de esta entrada: Mamá colaboradora ( EDF )

 

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